Muchos niños de mi generación y más si vivíamos en pueblos o nuestros padres tenían un negocio familiar, tuvimos que trabajar cuando acabábamos nuestras tareas escolares. Ayudar en la cosecha, cuidar de los animales de la casa, barrer o fregar el suelo de los bares o comercios, repartir los pedidos de la tienda,... Y eso lo hacíamos en horas en las que deberíamos estar con nuestros amigos, jugando a las chapas, a las canicas, haciendo el indio o rescatando a una princesa. No era agradable, pero era lo que había en todas las familias.
Pero todo esto no tiene comparación si nos fijamos en lo que ocurre en muchos países: los niños no van a la escuela, sino a trabajar en condiciones infrahumanas en una mina, donde no caben los adultos, a recoger todo lo que se pueda reutilizar en un vertedero de basura, a cuidar los rebaños o a fabricar ladrillos durante todo el día. Por eso debemos poner nuestro granito de arena y eso empieza por aprovechar las oportunidades que nos da nuestra sociedad: tenéis escuelas, profesores, materiales, libros, ordenadores,... me parece injusto que los desaprovechéis. No todo el mundo tiene esta suerte.
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